viernes, 31 de enero de 2014

You let her go (finished)

Sentada encima de su maleta y el resto del equipaje de sus compañeras de cuarto, ella esperaba a que magnetizaran su llave, había sido la única con el problema de la tarjeta llave y sus compañeras en vez de quedarse a su lado se fueron por ahí con los demás. Yo personalmente me les hubiera acompañado si no me hubiera tocado junto a otros revisar que todo estuviera bien y que si había un problema con algo relacionado a la estadía debía resolverlo. Ella descansaba la barbilla en su mano, me acerque y ella se tenso desde que sintió mi presencia, pero, se relajó y me miro en busca de respuestas y con mucha razón, nunca me le acerque para nada bueno, ella concordaba con la reacción que esperaba, lo que no esperaba era esa mirada preocupada y esa natural confianza con la me pregunto si todo iba bien, no le dije en cambio solo mentí. Ella rio dándose cuenta de que todo había sido mentira yo la seguí en aquella risa con toda confianza una que recuerdo que compartimos una vez en su cumpleaños. Me senté a su lado ella se tenso nuevamente... no la culpaba yo la había malcriado.
Después de un largo rato, una conversación demasiado común para ambos, unas personas que ni permiso se desean cuando se veían en el mismo camino, personas que si acaso se miraban. Todo lo anterior se había ido a la mierda mientras hablábamos de un millón de cosas estúpidas que no tenían nada que ver con los que nos rodeaba, no tenía nada que ver conmigo, no tenían nada que ver con ella y al cabo de unos quince minutos ella había sido mía de nuevo o más bien estaba en eso. Otra vez me vi en la situaciones no saber el porqué la bese, esta vez pudo ser nuevamente por los shorts que usaba o también pudo ser ese sentimiento de confianza, ese alivio que me invadió. La besaba como besaría a cualquier otra, pero, ella me besaba con timidez como si quisiera seguir mi ritmo, como si no quisiera decepcionarme.
“no temas”
Sentía su miedo el miedo que yo le daba... yo la asustaba. No me sorprendía, lo entendía o eso creía, mi imperfección no era invisible, pero, hacia todo lo posible y lo imposible para ocultarla. Yo tenía miedo, yo también tenía miedo, miedo de poder sentir cosas que no estuvieran dentro de mi rango de posibilidad, sentía miedo de darle lo que siempre quiso, algo que ese día estaba dispuesto a dar.  
Yo mismo me relaje cosa que posas veces hacia y deje de besarla, la observe... ella lloraba, más bien unas cuantas lagrimas cayeron de sus ojos mientras aun sus manos adornaban mi cuello, no quiso mirarme  a los ojos pero la obligue a hacerlo, esa angustia propia de cuando me observaba, cobraba sentido. Esa angustia en su mirada era el reflejo del miedo que yo provocaba en ella y esas lágrimas realmente no sabían de donde salían, pero quiera borrarlas y lo hice, las roce con el pulgar y ella se relajo,  aquel miedo desapareció, entonces la bese en la frente marcando el comienzo de algo diferente, algo nuevo. A pesar  de tener  una cama a unos metros no quedamos en el sofá del cuarto. Ya no eran besos rápidos y llenos de euforia sino besos profundos y necesarios. Ella ya no buscaba encajar con mis besos ya todo era como una coreografía aprendía de memoria donde no era necesario el conteo, tu cuerpo sabia como debía colocarse en cada momento y como acoplarse a su compañero sin ser mesarías las palabras ni los altos improvisados aunque estos vinieran con risas tontas y coquetas. Todo era un baile de nuestras lenguas que se rosaban de vez en cuando con naturalidad propia al igual de cómo las piezas de ropa iban desapareciendo de la nada y convirtiéndose en eso mismo; nada. Sin nada de forcejeos, sin nada de bromitas pesadas, sin nada de muñequita haciendo lo que su amo quería, todo era acto sumamente voluntario. Necesario.

“amor”

No era sexo, era una necesidad mutua que no buscaba placer solo buscaba aire y ese aire era el otro. Recuerdos abordaron mi mente en forma de pensamientos, flashes de esa chiquilla que radiaba luz de su mirada  mientras un deseo se le era cumplido; que su príncipe la bese. Pero ese príncipe no era siquiera una mentira, era solo un triste experimento de una verdad, otro recuerdo de cuando a aquella chiquilla su príncipe la poseyó ¿Por qué? Porque podía hacerlo y lo hiso remarcando la triste mirada que había dejado en ella desde que él había tocado por primera vez apagando la luz que en ese sofá podía ver. Había visto a la chica de los shorts negros ajustados, había vuelto a ver ese brillo en su mirada ese que decía que este día era su día.  Ella se contraía una y otra vez contra mí al igual yo profundizaba nuestro acto, reposaba mi cabeza unas cuantas veces en su cuello cuando nos habíamos tumbado al suelo escuchando unos suaves y delicados gemidos que no había podido escuchar en mi otras veces con ella, veces en las que le había preguntado donde estaban, pero, siempre estuvieron ahí solo tenía que acercarme más a su boca. Ya sus ojos no lloraban en cambio vibraba y brillaba debajo o algunas veces encima de mí, ese momento yo la quiera tanto, la entendía tanto.
Ella no era la más bonita, ni la más rica, ni la más buena, ni la más experimentada haciendo el amor, pero, definitivamente era la más sincera; la más real. La que siempre estuvo, la que nunca se fue, la que siempre volvió, la que siempre estuvo ahí, ahí para mí.
“ella estuvo”

Ella se quedo dormida encima de mi pecho o eso aparentaba.
No quise terminar, no quise parar y aunque sabía que para ella era suficiente no pude detenerme, por esa razón no la culpaba, al contrario le agradecía por no haberme detenido a pesar de que ella había llegado a su límite y entendía que durmiera al yo terminar. Su respiración se había por fin calmado, era suave y estable todo lo contrario su cabello que ahora estaba desaliñado, pronto el aire acondicionado empezó a sentirse de forma bestial así que cargue su hermoso cuerpo desnudo a la cama y la abrace durmiéndome junto a ella. Esa fue la última vez que la tuve tan cerca.
Al despertar ella no estaba, me decepcione por un momento mi ego creyó que ella estaría ahí al despertar y fuera yo quien le dijera que se marche, lo pensé bien y no le pediría que se marchase pero realmente tampoco sabía si le pediría que se quede.  Todo transcurrió rápido y de forma anormal, me había dado cuenta cuanto la extrañaba  y de lo mucho que necesitaba su sinceridad, extrañaba su calor en ese momento, extrañaba el hecho de que ella fuese real, que siempre estuviera allí y me mataba el hecho de haberlo sabido y haberlo despreciado, que siempre intentara hacer las paces sin importar cuantas veces la humille aunque unas veces durara más que otra en curarse siempre volvía, siempre estaba y así como si nada comprendía cada segundo de estar en esa cama como siempre la había querido y de cómo necesitaba a esa persona que me ponía en lo alto y todo era porque yo la hundía cada día ¿Cuántas veces lloro por mi causa? ¿Cuántas veces nombro mi nombre? ¿Cuántos años me amo en silencio?
“amor”


Comprendía cuanto me amaba y canto realmente la quise yo, ese cesar imposible, ese joder inexplicable... ahora quien se castigaba por haberla hecho sufrir era yo, todo ese tiempo siendo un completo imbécil; ese que le seco su llanto y curo su reciente corazón sin ninguna razón aparente, aunque ahora sí tendría una para volverlo hacer y en vez de prendarme de su trasero me aferraría a su mano, me aferraría a su verdad... a mi verdad, a ella.
Todo era confuso e inmediato, apenas podía verla en fotos luciendo radiante y sobretodo distante. Pensar buscarla y decirle todo lo que pasaba por mi mente... Já, eso era realmente estúpido; que de repente mientras hacíamos el amor había descubierto lo mucho que siempre me gustaste y que me arrepiento en los huesos él ser un idiota todos estos años... yo mismo me reía en mis adentros, me sentía cliché, me sentía ridículo, me sentía patético.  ¿Y qué haría después? ¿Lloraría? Me golpearía seguramente arriesgándose a recibir algo peor a cambio, pero, no. Ella lo tomaría como una broma de mal gusto y tampoco la culparía por eso, así yo la había criado, en eso yo la había convertido con mis maltratos y de un momento a otro cuando una llamada telefónica me había avisado que era tarde descubrí que la amaba, que esas lagrimas que había derramado mientras la hacia mía por fin tenían sentido. Pss... era gracioso el giro de los acontecimientos, ahora, yo sería quien por toda la vida guardaría con culpa el amor que recién descubría, puesto que un mes después de nuestro encuentro... ella había muerto.
“muy tarde”

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