domingo, 26 de noviembre de 2023

2 diarios

 Tengo dos diarios.

Uno donde narro mi vida como una especie de chick flick de mal gusto, que habla de la vida sexual de una adolescente porque no he vuelto a actualizar desde que termine con mi última pareja cuando apenas tenía 20 años. 

Y por último este que está aquí.

Este segundo sirve como han podido leer a lo largo de los años, es un depósito de todos mis problemas psicológicos no diagnosticados (Material para otra entrada) 

¿A qué viene esto? 

En ambos finjo que hablo con mis lectores, que les cuento una versión de mí que nadie más conoce y lo curioso es que mientras tecleo bebiendo una cerveza que llego a mis manos de manera inesperada, deseo de corazón que alguien estuviera leyendo estas palabras. Que las personas de las que hablo sin mencionar sus nombres (Al menos en este blog) sepan lo que realmente pienso cuando no pretendo cuidar sus corazones o las apariencias o lo que sea.

Hacía unos minutos me debatía si debía mostrar unas cuantas entradas de este diario a mi pareja actual, que viera lo que puedo escribir, lo graciosa y lo ingeniosa que puedo llegar a hacer o por lo menos compartir como me suelo sentir de una manera menos directa y mucho más personal. Sin embargo, palabra que se me ha hecho recurrente. No puedo.

No es por lo personal de los relatos, no es por las cosas que digo sobre él indirectamente, sino porque, Dios mío, parezco depresiva...

Siento que si alguna vez alguien de verdad leyera esto vería sin lugar a dudas lo mal que está mi cabeza y aunque su reacción fuera acertada (opino si yo leyera esto de alguien más) me sentiría tan extraña que ni sé con qué palabras describirlo. Pienso que querría que hablemos (escribo justo para no hacerlo) que pidiera ayuda, me pediría perdón, tal vez, no lo sé. Y no creo que ese sentimiento que provoca en mí la idea de mostrarle tal cual soy sea señal de buena cosa, incluso solo escribo aquí cuando las cosas están demasiado turbias en mi mente, cuando quiero gritar y no puedo, cuando las palabras queman mi garganta y no aguantan  y, sin embargo (de nuevo) no puedo dejarlas salir.

Él no lo entendería, no vería como yo lo hago, no se reiría de las referencias, no se maravillaría con mi prosa, no... se preocuparía.

No lo culpo. Tampoco a ustedes.

Incluso yo misma hace un raro, estaba leyendo entradas pasadas con los ojos empañados, compadecida de la persona que escribió aquellas desgarradoras verdades con una autoestima por el suelo, recordando como prefiero sufrir en silencio a dar "lástima" a revelar lo delicado que es mi corazón con las cosas que no puede controlar, mostrándole a los implicados como verdaderamente me siento cuando me burlo con una sonrisa de los mismos problemas que les vengo aquí a contar. 

No lo aguantaría, lo destrozaría, o tal vez no. No, no quiero pensar en esta entrada que él sería indiferente a mi dolor, no, sé que no; sin embargo, digo otra vez, aun sabiendo que eso sería la gran solución a muchos problemas. No me atrevería a lastimarlos contando de forma tan descarada mi verdad.

*suspiro

En fin...

Tengo dos diarios.

Uno donde hablo de como me rompieron el corazón y como me vuelvo a componer con los pedazos que quedan para ofrecérselo a otro.

Y por último este que está aquí.

Este segundo sirve para ocultar como realmente me siento, donde solo vengo cuando tengo dolor, donde digo lo que realmente quiero decir, lo que quiero callar, lo que quiero ocultar de todos, una especie de caja donde tiro todos estos confusos pensamientos y olvidarlos para siempre.

Y últimamente no sé si está bien que continúe haciéndolo, lo he hecho mucho más seguido que otras veces y no sé si me ayude o sea todo lo contrario, no sé si sea una buena idea o un mal presagio que venga tanto, sin embargo, finalmente, no sé si pueda dejarlo. 

Despues de todo me duele la soledad

 He resistido todo lo que he podido a no hacer esta carta de queja.

Continuar escribiendo... no, el simple hecho de abrir esta hoja significa admitir que las desventajas de apartar a los otros, significa que soy un humano común y corriente que necesita ser atendido y buscado. Que es merecedor de afecto y de atención y sobre todo lo más vergonzoso necesita ser necesitado.

A lo largo de los años he comprendido algo de mí misma: no puedo mantener relaciones.

Ya sea porque desprecio a los que me rodean, o porque entiendo que las amistades son con cosas sujetas al tiempo y a su cambio. También podría decir que disfruto de cierta soledad, de la selectividad que me permito disfrutar del otro. 

Sin embargo, todo esto puede ser tan cierto como puede ser una completa tontería. 

Es cierto que aborrezco la gente, por supuesto que lo hago, me considero alguien sumamente odioso y ganarse mi desdén es cosa muy sencilla, si lo dudas y algún día me conoces ponlo a prueba negándote a algo que desee. Pero no entraremos en detalles sobre estas particularidades de mi personalidad, así que continuemos con la idea de que a pesar de todo lo anteriormente descrito, no me gusta estar sola como una vez creí. Por el contrario, me gusta disfrutar de la compañía. Hacer lo que suelo hacer cuando estaría sola, peor con alguien que me escuche en vez de tener que pensar o hablar conmigo misma como se ha vuelto un hábito, no pensar en los fantasmas de mi pasado...

También es real que las amistades se acaban. He sabido jurar compromiso, decir que estaré allí para cuando me necesite, que movería cielo y tierra por ellos, que eran el aire que respiraba, los únicos en quien pensaba, de los cuales apartarme, eran tan odioso como el fin del mundo, pero lo que no saben es que estas condiciones solo aplican si continuo en sus vidas. Tengo el terrible talento de seguir adelante. Compañeros de secundaria: Lejos. Compañeros de antiguos trabajos: Muy lejos, ¿Amigos de mis actividades extracurriculares? Aún más lejos. Y no es nada personal, no los odio, no a todos por lo menos, pero ya no los veo, ya no orbitan en mi gravedad... ya no me importan. Tal vez suene egoísta, tal vez lo sea, pero si no te veo, no te hablo, si no te hablo no te recuerdo y si no te recuerdo te olvido. 

Y a veces, solo a veces, dejo de existir. 

Y aun así, me duele enterarme de que no tengo a nadie. 

Claro, tengo una pareja, tengo familia y por lo menos dos personas que no he sacado completamente de mi vida (Una de ellas está en proceso y es una pena, pues es la única que está para escuchar) pero me duele saber que dentro de mí existe el anhelo de compartir y que este no puede ser saciado. 

Me duele saber que a estos poco que mantengo no les duela mi pena. Me duele que me marginen, que me olviden, que me hagan a un lado. Me duele que así como olvido tan fácil a los demás, ellos también se olviden con la misma facilidad de mí. Me duele ser tan buena en lo que hago, ser tan buena en abandonar, en hacer que me abandonen. Me duele saber que soy responsable de la propia soledad que me aqueja. Me duele que aquellos que juraron que era fundamental en sus vidas, justo hoy viven felices, ajenos a mi existencia, haciéndome preguntar que tan real fueron sus palabras en comparaciones con las mías. Me duele que si no me importa, me importe. Me duele saber que él quien conoce mi pena, ignore de tal cruel manera mi llanto, más no puedo culparlo, ya que me duele reconocer, sobre todo, que es mi propia culpa y que no sé cómo cambiar.