miércoles, 29 de enero de 2014

You let her go (2)

Un día una sombra que solo brillaba en una dirección exclusiva, brilló como el sol, una tarde en mi cama.
 Me llenaba de ira el hecho de que se negara a sucumbir ante mis propuestas sabiendo que ella innumerables veces había soñado con eso, entonces ¿Por qué se resistía a que la denudara? ¿Por qué seguía queriendo escapar? ¿Por qué se retorcía debajo de mi cuerpo como si no quisiera estar ahí? Ella siempre lo quiso, aun lo quiere. Lucho por sus prendas de ropa y mucho mas lucho por unas braguitas de niña color rosa pálido con mariposas de un rosado más intenso que seguramente no eran de su estilo y le avergonzaba enseñar. Su cuerpo desnudo, diminuto y perfecto era cubierto con el mío y ese día brilló como la noche en la que la bese, pero sus ojos rebosaban angustia una agonía  y eso a mi no me importaba... demasiado. Como la vez anterior no pude ser un cretino, no hoy, no con ella, no en su primera vez. Una primara vez que había sido arrebatada por un deseo enfermo de ella, ella que ya no me buscaba, ella que ya no le importaba, ella quería ser mi amiga  o eso era lo que decía, aunque, yo más que nadie sabía que aun deseaba eso que le hacía, ciertamente no de esa forma en la que se lo hacía, pero, era considerado fui gentil, la acurruque y lo hice lento tanto como podía sin desatenderme a mí mismo ni a su condición de virgen arriesgándome a volver a tener una relación de apenas de saber existíamos, pero, en ese momento solo quería estar dentro de ella y verle los ojos cuando se retorcía de un placer doloroso.
Le decía que no se preocupara, que si se relajaba y abría mas menos le dolería y ella sin salida entendía y lo hacía. Tontee un rato haciendo burla de algo que notaba en sus labios resecos; ella suplicaba por mis besos, pero, no se atrevía a pedirlo. Le pregunte con una gran sonrisa en el rostro y ella lo negó y lo negó, tanto que pude llegar a creer que podía ser verdad, pero, me era imposible pensarlo así, en ese momento la conocía como ninguna otra persona, conocía lo vulnerable que podía ser en ciertas situaciones, sabia lo débil que aun seguía siendo o eso mi ego creía, un ego que no podía controlar y por defecto me hacía sentir su deseo a través de su toque en mi espalda desnuda que se mantenía a una distancia prudente de admirar su abundante pecho y  a aquel lunar sin dejar aun que ella escapase. En un momento pulse de lleno mi pelvis contra la de ella  e hizo un sonido diferente al de la suplica, ahí  se abraso de mi casi alzándose por el impacto con un grito ahogado en la boca, convirtiendo eso en el momento mas tímido y mas intimo. Se fue. Yo la hice ir.
“un gemido que vino del alma, una súplica, un suspiro”

Ya los encuentros no eran pasionales y tímidos mucho menos íntimos con esos juegos de miradas, ya solo eran ella como una muñeca, mis chistes pesados y su mirada perdida con matices de tristeza que prefería ignorar y ahogar con el placer que me brindaba. No podía darle más que eso, a ella no, tal vez seguía castigándola por no ser esa de hace unos años o ser esa que vibro debajo de mi y que en algún momento recostó su cuerpo cansado sobre el mío.
De  repente todo cambio, ya no sucumbía a mis artimañas y eso me llenaba de rabia, ella lo quería muchísimo más que yo, entonces ¿Por qué me negaba? Seguía poniéndose nerviosa cuando se lo pedía, seguía mordiéndose los labios para contener su felicidad y aun así metía un NO forzado en medio.  Me harté. La dejé.  Sinceramente no me importaba, no era la más linda, no era la más rica, no era la más buena. La olvidé, la devolví al punto donde siempre estuvo: en la nada. Ella pareció olvidarme también tomándolo mejor de lo que lo esperaba, pero nuevamente no mucho me importaba y así hice mi vida y aparentemente ella la de ella aunque bastante lejos de mi o yo de ella.  No sé cómo, no sé cuando, pero sé que un día uno de esos que sabes que hay pero que no crees que lleguen una que más o menos quise, me engaño con uno de los que parecían ser mis amigos. Un viaje por diversión se había sido arruinado por una zorra que había lastimado mas mi orgullo que mis sentimientos, pero aun así en cierto modo me dolía y me dé derribaba. Me impedía salir con los demás a disfrutar de lo que podía ser los últimos días en que estaríamos todos juntos.
“mírala”

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