Obligada a vivir lejos del
mundo que conocía, Natasha con apenas 15 años llego a la casa del hombre que
solo había visto en unas cuantas vacaciones de verano. La joven abrió la puerta
causando un crujido molesto. La casa olía vagamente a anciano mientras que la oscuridad y
el polvo parecían formar parte de la decoración
de la casa. Dejo sus maletas cerca del juego de muebles antiguos – ¡llegue! –
dijo mientras subía las escaleras y observaba unas fotografías de su abuelo
junto a la mujer que podría ser su abuela.
Un pasillo se abrió ante sus
ojos luego de pasar el descanso de la escalera, subió los otros tres escalones
restantes y luego entro en busca de su abuelo a la primera puerta
del pasillo que vio, pero, fue en vano esta solo era la del baño y así siguió abriendo las otras puertas que seguían hasta que noto lo obvio: la luz que salía de la 4ta.
- oh ya llegaste-
- no lo había notado – respondió sarcástica mientras
trataba de comparar el recuerdo de la ultima ves que había visto a su abuelo sin encontrar ninguna diferencia. Este seguía luciendo como de unos 50
años, rasco su rubia cabellera y lamió la parte superior de sus labios – sigues
teniendo el mismo sentido del humor, aun lo recuerdo – dijo sonriendo y
poniéndose de pie, media como un 1.87m de alto y sus ojos tan azules como el
cielo mismo – no, no lo haces Iván, tenemos como ocho años sin vernos –
respondió gélidamente; prosiguió a arrastrar una silla con su pie derecho hasta
poder desplomarse en ella, entonces sumergió su mejilla en la palma de su mano.
- ¿donde esta mi cuarto?
Necesito recostarme.
- última puerta del
pasillo- se puso los lentes y nuevamente
se introdujo en el libro de Dan Brown que tenía en sus manos.
Natasha abrió la puerta y
subió una escalera de caracol que se encontraba detrás de ella pensando que el
viejo la había tirado a un rincón para no tener que notar su presencia pero su
perspectiva del asunto cambio cuando se deslumbro ante el brillo de aquel
enorme balcón que daba vista a la playa y las largas repisas rellenas de libros,
soltó inmediatamente lo que tenia a la mano y comenzó a toquetear y a ver todo
de cerca por ultimo se lanzo a la cama y cerro los ojos durante unos minutos.
- ¿te gusta? -
- un poco tal vez – dijo
tratando de no dañar su primera impresión. Su abuelo se sentó con la mínima
dificultad en el borde de la cama, se
dibujo una mueca en la cara, luego de pasar una mano por la cabeza y bajarla
estrujando su cara respiro profundo y soltó algo que temía decir de forma
brusca - sien… siento lo que paso –
respiro nuevamente prosiguió mas confiado al ver que Natasha no respondió de
manera exaltada a su comentario – se que es difícil, pero espero que te guste
estar aquí… realmente me gustaría.
- no creo que me quede de
otra – dijo sentándose sobre la cama y poniendo los ojos en blanco – ¿me
dejarías? Ya sabes mañana es día de escuela y todo eso – su abuelo solo se paro
y cerro la puerta.
*****
Un zumbido increíblemente
molesto hizo que pudiera tirar el brazo sobre el despertador, que seguramente había
puesto su abuelo, para callar la alarma enseguida, no pudo hacer nada ya que
esta no era la misma que tenia, con esto recordó que ya no estaba en
su casa… en su cuarto, en su hogar con sus padres. Se tiro literalmente de la
cama y fue a rastras hasta el baño donde se quedo dormida otros diez minutos en
la taza del inodoro. Se despojo de su
sabana y logro hacer el intento de ducha.
No encontró en la cocina
desayuno recién hecho como esperaba hacerlo, pero de todos modos ella no solía desayunar solo quería darse el lujo de rechazarlo o llevárselo en la mochila
para comerlo durante clases o solo le serviría de escusa para conocer a alguien
en su primer día de escuela. Esperó sentada en el sillón y antes de eso se tomo
la molestia de abrir la ventana y despejar la cortina. Iván bajo las escaleras
a paso lento con los ojos entre cerrados – tu manejas – dijo mientras le tiraba
unas llaves a Natasha esperando que las atrapase, estas cayeron en el suelo en
un intento fallido por atraparlas.
- ¿Por qué no manejas tu? –
dijo mientras encendía el auto rojo del 70 y algo de su abuelo.
- tengo 60 y pico de años
¿crees que quiera manejar a las 7 de la mañana?
Siguió las complicadas instrucciones de su
abuelo hasta llegar a lo que era su nueva escuela. Su día no fue muy distinto a
los de su otra escuela, clases, clases, profesores tontos y más clases hasta
que llego el momento de regresar a la casa y esta ves tomo el autobús.
En casa su abuelo la estaba
esperando con el almuerzo, se sirvió y siguió de largo a su cuarto, su animo solo le dio para llenarse la boca de unas pequeñas cucharadas y dejar el plato sobre la mesita de noche, salio al balcón y se tiro con una revista “muy
interesante” en la cara y se puso a dormir.
Pequeñas gotas como rocío
adornaban su piel sintiéndose como calambre, entonces, su revista se fue volando, estaba oscuro quizás las 8 o 9 de la noche, la llovizna incrementaba y ya ella
estaba empapada, abrió la puerta corrediza dejando el rastro de ropa hasta su
baño.
El agua caía suave sobre su piel
fría al igual que un par de lagrimas, siendo la primera ves que lloraba desde
que le dieron la noticia de que vendría a vivir con su abuelo, se dejo caer en
la tina abrasándose de sus rodillas y así siguió durante aproximadamente diez minutos. Con los
ojos cerrados tomo la primera toalla y comenzó a secar su cabello. Con la
toalla en la cabeza y el cuerpo desnudo y tembloroso por el frío abrió la
puerta del closet mientras que a tientas buscaba otra toalla, pero, una caja
calló en medio de su cara, tirándo tanto la caja desparramada al suelo como a ella, un poco inconsciente
quito de su cara las hojas, notas y fotografías dejándolas a un lado, se sobo
la parte de la cara donde la caja la había golpeado y al ponerse de pie pateo
la caja y tomo del closet lo que estaba buscando. ya cubierta con
una toalla gigantesca color azul se puso
de rodillas en el suelo para meter todo nuevamente.
Imágenes de una vida alegre,
fiestas, boas en el cuello y un carro rojo del 70 como el que estaba parqueado en
el garaje, no era difícil darse cuenta de era Iván quien estaba en esas fotos
abrasado a una pelirroja, de algunos veinte años, la misma que protagonizaba la
mayoría de las fotos en sepia bailando ballet.
No solo eran un montón de
fotografías dispersas, la mayoria fueron tomadas en Rusia pues una de las fotos fue frente
a la catedral de san basilio. Cada una de estas tenía breves reseñas y
el nombre de cada lugar como estaban: la catedral de Kazán, la columna de
Alejandro, la catedral de san Petersburgo, el teatro Mariinsky entre otros pero
el que mas llamo su intención fue una fotografía de su abuelo tratando de no
ser fotografiado, de espaldas a un muelle. Giro la foto para ver la inscripción
en ruso extremadamente larga.
Salio corriendo con la foto
de la chica y la otra de Iván con la reseña. Bajo las escaleras casi a punto de
caerse.
- no sabia que la abuela era
pelirroja.
- no, no lo era - dijo girando la silla en dirección de la
chica.
- ¿entonces quien es ella? –
pregunto con la foto de la muchacha frente a los ojos de su abuelo, el acomodo
sus lentes y sonrió.
- era una amiga.
- ¿era?… ¿Como “era”? … ¿murió?
- si – dijo mientras se
encogía de hombros.
- ¿y aquí que dice? Sabia que
debía prestar atención a mama cuando me hablaba en ruso – dijo mordiéndose los
labios, Iván tomo la otra foto y sonrío
al verse unos 40 años atrás, volvió la imagen
y se tomo unos minutos antes de empezar la traducción.
“¡Adiós! Quien sabe si volveremos a vernos… un miedo
helado corre por mis venas y casi apaga en mí el aliento vital. ¿Les pediré que
vuelvan? ¡Ama! Pero… ¿para que llamarla? yo sola debo representar esta
tragedia. Ven a mis manos ampolla y si este licor no produjese su efecto
¿tendría yo que ser la esposa del conde? No, no… jamás. Tú sabrás impedirlo.
Aquí, aquí le tengo guardado ¿y si este licor fuese un veneno preparado por el
fraile para matarme y eludir su responsabilidad por haberme casado con Romeo?
Pero mi temor es en vano, si dicen que es un santo ¡lejos de mi tan ruines
pensamientos!... ¿y si despierto encerrada en el ataúd antes de que vuelva Romeo?
Que horror en aquel estrecho recinto sin
luz, sin aire. Me voy a ahogar antes de
que el llegue. Y la espantosa imagen de la muerte y la noche… y el horror del
sitio… la tumba de mis mayores… aquellos huesos amontonados por tantos siglos…
el cuerpo de Teobaldo que esta en putrefacción muy cerca de allí… los espíritus
que según dicen irrumpen de noche… el silencio de aquella soledad ¡ay, dios
mío! ¿No será fácil que el despertarme
respirando aquellos miasmas y oyendo aquellos lúgubres gemidos que suelen
entorpecer a los mortales, aquellos gritos semejantes a la queja de la
mandrágora cuando se le arranca del suelo, no es fácil que empiece a jugar en
mi locura con los huesos de mis antepasados o a despojar de su velo funeral el
cadáver de Teobaldo, o a machacarme el cráneo con los pedazos de esqueleto de
alguno de mis ilustres mayores? Ved… esa es la sombra de mi primo que viene con
el acero desnudo buscando a su matador romeo. ¡Detente Teobaldo! A tu salud
romeo.”
Natasha se quedo unos
segundos para procesar toda la información que le había dicho su abuelo –
entender eso resulto aun mas complicado que el divorcio de mis padres – dijo
con la mano en la cabeza – debiste solo haberlo dicho en español – su abuelo
río.
- si lo hubiera hecho así no
tendría gracia alguna – dijo aun sonriente y notando que al fin su nieta había
dicho unas palabras acerca de la situación de su casa, continuó – ella era una
bailarina y esta era la única pieza de teatro que sabia, yo la ayude a
memorizarlo – los ojos de Natasha brillaban mientras su abuelo le contaba
algunas anécdotas de el y la chica, así ella duro rato escuchando atentamente.
- ¿la amabas? – dijo con los
ojos bien abiertos.
- como a ninguna otra –
respondió sin titubear.
– ¿Cómo se llamaba? –
pregunto interrumpiendo a su abuelo este la miro a los ojos y dijo: – tenía un
nombre feo, normalmente lo tienen niñas revoltosas y desobedientes sobretodo
con pésimo sentido del humor.
- ¡Rayos! Iván, termina de
decirme.
- Su nombre era Natasha – rió
de oreja a oreja.